"Durante la semana el padre Quintana cumplía con todos sus deberes religiosos, aunque algunos feligreses le reprochaban que mezclara asuntos beatos con ejemplos futbolísticos, pasajes de la Biblia con jugadas maravillosas, y aquello de decir "Dios había jugado a la pelota" o "el cielo es una hermosa cancha de fútbol", todo eso no lo soportaban (...) el cura se defendía como gato de espalda, tratando de hacer la misma finta y gambeta que de vez en vez intentaba por la punta derecha del estadio San Miguel, aunque nunca lo lograba".
Padre Quintana en "La Alegría del Pueblo. Historias de Fútbol"
de Reinaldo Marchant, un flaco número 10 del Unión Milán
que ahora, oh dios, escribe cosas bellas.
(¡pero si era futbolista!)
"Sácate el gorro Leo, que te van a criticar"
Eso me dijo el cura Curao, también conocido como el cura Jaime.
Fue luego de que me guiñara el ojo izquierdo desde su altar improvisado entre las bancas de la iglesia la Merced de Curicó.
Fue luego de que yo me levantara de mi asiento primera fila, esperara que la última viejecita comulgara, para llevar las ostias de vuelta a su casillero sagrado.
Claro, pasaba que yo, un lolo con caña que iba a misa de 9 con gorro skater aunque me creía grunge, lo ayudaba en lo que me pidiera y escuchaba sus prédicas sin persignarme ni murmurar el padre nuestro, simplemente porque el cura curao (un viejo con la nariz roja que deberían haberlo nombrado arzobispo o por último obispo póstumo) una vez me dijo:
"El fútbol es como la religión, porque alcanza su autenticidad con los que se salen de los cánones clásicos. A mí siempre el obispo me llama a su oficina pa retarme y yo le digo A Caszely, en la cancha, hay que ordenarle que sea desobediente con los mandamientos"
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