Recién, tras despertar medio borracho, escuché y vi una entrevista a Hugo Mujica, poeta argentino. Habló del acontecer, esa búsqueda de enterrar el vicio de la proyección, del para qué. Anoche justamente en la plenitud de la borrachera, caminando con un amigo por las calles de Curicó, hablábamos algo de eso. Pasamos por una esquina de prostitutas quienes nos coquetearon y nos tocaron... y nos fuimos, pero riéndonos de arrancar tras un par de segundos de manoseos asquerosos, etílicos. Acontecer y recuperar la idea del niño, decía el poeta argentino. (A ver si me animo al final de esto a escribir un poema). Porque el entorno adulto, la religión y la cultura, nos impone el "haga esto para lograr esto otro". Tan poca sexual esa idea. Sexual porque ahí justamente hay un invento que ha sido protagonista en cualquier época, bajo cualquier regímen, que no se pudo ni se podrá bañar con las ideas de paraísos futuros... el sexo: satisfacer, gozar y a veces amar sólo por ese momento, sólo por esa existencia, ayudar con otra (u otro, o con uno mismo, quién sabe) a fluir, y nadar en la nada, sin pretensión de conquistas baratas como que nos hagan una biografía, nos aplaudan, nos pregunten cómo estamos y esperen relatos de sueldos sobre el promedio y autos propios, mejor si son pagados al contado. Acontecer sin religión como regalías de un ESE que tiene todo lo brilloso que nosotros no somos capaces de cautivar. (Escribí un poema y lo borré. No me atrevo a publicarlo. Temo que sería una pretensión) Intento sólo acontecer y dejar que las palabras mal escritas digan algo por mí. Sí reconozco que tengo una intensión: (a propósito de argentinos) Que mi amigo Patricio Hernández lea esto y me responda para comenzar un acto de amor, esos que por esencia se valen por sí mismos y no entregan nada a crédito, todo de una, como la parte final del sexo.
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Recién, tras despertar medio borracho, escuché y vi una entrevista a Hugo Mujica, poeta argentino. Habló del acontecer, esa búsqueda de enterrar el vicio de la proyección, del para qué. Anoche justamente en la plenitud de la borrachera, caminando con un amigo por las calles de Curicó, hablábamos algo de eso. Pasamos por una esquina de prostitutas quienes nos coquetearon y nos tocaron... y nos fuimos, pero riéndonos de arrancar tras un par de segundos de manoseos asquerosos, etílicos. Acontecer y recuperar la idea del niño, decía el poeta argentino. (A ver si me animo al final de esto a escribir un poema). Porque el entorno adulto, la religión y la cultura, nos impone el "haga esto para lograr esto otro". Tan poca sexual esa idea. Sexual porque ahí justamente hay un invento que ha sido protagonista en cualquier época, bajo cualquier regímen, que no se pudo ni se podrá bañar con las ideas de paraísos futuros... el sexo: satisfacer, gozar y a veces amar sólo por ese momento, sólo por esa existencia, ayudar con otra (u otro, o con uno mismo, quién sabe) a fluir, y nadar en la nada, sin pretensión de conquistas baratas como que nos hagan una biografía, nos aplaudan, nos pregunten cómo estamos y esperen relatos de sueldos sobre el promedio y autos propios, mejor si son pagados al contado. Acontecer sin religión como regalías de un ESE que tiene todo lo brilloso que nosotros no somos capaces de cautivar. (Escribí un poema y lo borré. No me atrevo a publicarlo. Temo que sería una pretensión) Intento sólo acontecer y dejar que las palabras mal escritas digan algo por mí. Sí reconozco que tengo una intensión: (a propósito de argentinos) Que mi amigo Patricio Hernández lea esto y me responda para comenzar un acto de amor, esos que por esencia se valen por sí mismos y no entregan nada a crédito, todo de una, como la parte final del sexo.
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Xemillon dijo...